...La derrota se desdibujó en los rostros de los tres reyes, quienes vieron en primera línea las atrocidades, descalabros, mutilaciones y barbaridades a los que habían sometido a sus pueblos respectivos, y todo por el ansia de ampliar su territorio. Los tres avergonzados y consternados por la apocalíptica guerra decidieron sellar el tratado de Belgart, un pacto que pusiera fin a la tropelía cometida en el pasado y restableciera una época de fraternidad. Por ello, acordaron erigir una portentosa fortaleza acorazada en el campo de batalla, llamada Mausoleo de la Muerte, término acuñado para honrar las vidas malgastadas que yacían debajo de sus pilares.
Una vez construida, la fortaleza estaba protegida por unas colosales y diamantinas murallas. En el interior de la misma, se alzaba una gran sala de reuniones, llamada la Sala de Necrómidas, donde se ubicó una majestuosa mesa de mármol tallada con simbología ancestral. La mesa estaba custodiada por cuatro asientos suntuosos que encumbraban a los cuatro señores que la ocupaban. Era el centro neurálgico de las asambleas entre los diversos reino. Allí, se mantuvieron discusiones acalorados por el devenir del futuro. Cada rey proponía su idea sobre como gobernar los reinos, pero ninguno de ellos convencía a los otros. Entonces, llegaron a un nuevo acuerdo, elegirían a un soberano que estuviera por encima de los gobernantes de cada reino para procurar la paz y armonía entre los reinos. El poseedor de dicho nombramiento sería obsequiado con unos objetos místicos, los Fragmentos de Necrómidas, llamado así, en honor al elfo encargado de forjar los tres elementos que crearían un vínculo para dotar al portador con unos poderes inimaginables, con el fin de neutralizar la sublevación de algún reino.
Cuando los fragmentos fueron forjados, se realizó un encantamiento ancestral, otorgándoles la esencia mágica y la energía de cada especie del planeta. Para que el sortilegio tuviera efecto debían unirse los tres fragmentos sobre la mesa. Este trió de objetos mágicos lo integraba, un cetro con forma de tridente, bastón mágico que permitía canalizar la energía del ambiente; un escudo infranqueable, que creaba una barrera protectora que se podía extender a largas distancia; y por último, su túnica, con la propiedad de desplazarse a grandes distancias y ocultarse de sus atacantes.
El tratado fue un logro, durante varios reinados la tranquilidad y la cordialidad imperaba en el planeta. El sistema elegido parecía ser perfecto, pero sólo lo parecía. No siempre se conseguía lo que se esperaba. Una elección infortunada acaeció en la persona de un ser quebrantable y manipulable. El cúmulo de poder que ostentaba lo hizo cegarse y sucumbir en la oscuridad de las tinieblas. Ávido de poder, sembró el pánico por todos los sitios, cometiendo atrocidades con todas las criaturas con las que se encontraba en su camino. Sometió, atemorizando con la muerte, a varias especies bajo su orden y mando. Utilizó el Mausoleo de la Muerte con otros fines que no fueron el de honrar a todos los muertos presentes de sus fosas. Realizó una fortificación de tal manera que fuera infranqueable, apostando centinelas por doquier. A medida que pasaba el tiempo iba extendiendo sus dominios más allá. Se le comenzó apodar el Ominoso, por sus hazañas oscuras y malvadas.
Comenzó una guerra escabrosa entre todas las civilizaciones de nuevo, culpándose mutuamente de la elección llevada a cabo. Los tres reyes intentaron acabar con él por separado para intentar hacerse con los fragmentos que le dieran el poder absoluto y poder dominar el mundo, pero se dieron cuenta que era imposible, sus fuerzas no se podían equiparar con la de los fragmentos. Y en vez de mermar su poder lo que hacían era debilitarse ellos mismo.
Ante estos hechos, los reyes reflexionaron y tomaron la decisión de aparcar sus rencillas con los otros reinos. Entonces, se llevó a cabo una reunión secreta. Decidieron aliarse en pos de derrotar al señor Ominoso. Y así sucedió, se libro una apocalíptica y sangrienta batalla, donde los tres reinos unieron fuerzas.
El momento de la batalla final comenzó, todos los ejércitos de los tres reinos comenzaron asediar el Mausoleo. Dejaron incomunicados el aire que lo controlaban los dragones y vampiros, y por tierra hordas de quimeras y ogros bloqueaban todas las vías de entrada y salida del reino. Los hechiceros comenzaron levantando selváticos bosques alrededor de los muros con el fin de hacerlos caer, pero eran demasiado resistentes, parecían protegidos por una fuerza superior. Grandes maquinarias pesadas hicieron su aparición golpeando las colosales murallas sin piedad, los golpes retumbaban en todo el reino. Posteriormente, con la ayuda de fuertes y grandes ogros consiguieron hacerle un gran brecha. Al fin, los muros cedieron ante el asombro de los allí presentes que vislumbraron como se elevaba una fortaleza en su interior rodeada de un profundo y extenso foso. Se podía advertir una sensación de intranquilidad latente en el paisaje que se dibujaba frente a ellos.
Todo parecía ir demasiado bien. Comenzaron a construir enorme puentes que permitiera el paso de las unidades. Se escuchaba por todos lados los martillos, el caminar de las bestias y el sonido del trasiego del faenar. Una neblina se empezó a extender por todos lados amortiguando el ruido. Se dieron cuenta que un silencio impropio de una batalla se cernía sobre ellos. Los dragones realizaban vuelos de exploración por encima de la fortaleza, pero la niebla era demasiado densa no los dejaba ver nada, se temían lo peor.
De repente, sus puentes casi terminados y el suelo comenzaron a temblar, un sonido que parecía procedente de ultratumba comenzó hacerse eco en todos los rincones del campo de batalla. Se oyeron unos fuertes y estremecedores alaridos. Unos grandes y espeluznantes tentáculos con ventosas inmensas habían salidode disparados de las aguas calmadas y estaban irrumpiendo en las filas de las tropas organizadas, que los recibieron sobrecogidos. Grandes cabezas con dientes y pinzas hacían aparición en las extremidades sin fin de los tentáculos, sembrando el terror en las filas más cercanas. Una nube de enorme aves con garras y colmillos afilados surgió de la niebla, descuartizando a los que se ponían en su camino. Cuando se pensaba que no se podía poner más turbio el asunto, una horda de orcos bien formados hizo su salida por unas puertas enorme, apuntando con sus flechas y jabalinas hacia las quimeras y los ogros. Todo se tornó de negro. Ríos de sangre descendían de la colina. El escenario empezó a tiznarse de color carmín, multitud de cuerpos yacían en el suelo, mutilaciones, etc.
En todo este galimatías de bestias luchando, la batalla se centró en los señores más poderosos del mundo, los tres reyes, quienes se unieron para destruir al señor oscuro, que asestaba golpes mortales a diestro y siniestro sin suponerle ningún esfuerzo. Los tres comenzaron una guerra individual contra él. Su fuerza era descomunal y uno solo por muy rey que fuera no podría vencerlo, pero ellos se afanaban con todas sus artes en acabar con la bestia que habían creado. Ninguno de ellos descansaba y se dejaban hasta su último aliento luchando, pero era imposible. Los tres reyes yacían en el suelo casi sin fuerzas. El ominoso se dirigió hacia uno de ellos para rematarlo, pero de repente el Hechicero lanzó un escudo protector al Elfo que le salvó de la descarga del tenebroso. Este enfurecido, fue a asestar su último golpe al mago, quien casi si fuerza no hizo nada para protegerse. Ominoso elevó su tridente cuando topo con algo, el Elfo y el Vampiro lo habían detenido. Mientras tanto, el mago aprovecho para conjurarle un hechizo y lanzárselo a su cuerpo desprotegido. Este acierto supuso el desarme total del señor oscuro, el cual salió despedido. En ese instante de tiempo el Vampiro se lanzo sobre él y extrajo en un pestañeo toda la sangre de su oponente, que palideció de manera mortal. Entonces una onda fulminante salió del cuerpo del Ominoso, un frente de viento hizo que todo el campo de batalla saliera despedido, seguido de un silencio incierto que volvió a reinar en el ambiente. La batalla había terminado. El Oscuro señor había sido derrotado.
En la proclamación de la victoria, se selló un pacto honorífico entre los reinos que rezaba que nunca se volvería a reunir las Reliquias de Necrómidas, para ello se iban a dividir una por reino. Y así fue, terminada la ceremonia cada reino se dispuso a marcharse a su territorio. Los tres reyes llevaban cada uno un fragmento de Necromidas. Todo el mundo regresaba de nuevo a su hogar cuando sin previo aviso la tierra comenzó a temblar de manera escalofriante. El suelo que pisaban comenzó a ceder. Algo malo se cernía sobre ellos y pronto descubrieron que la isla donde se encontraban, el Reino de las Deidades, empezaba a sumergirse en el mar. Todos huyeron despavoridos y veloces. Cuando se habían puesto a salvo, se dieron la vuelta y retrocedieron al ver lo que ocurría, quedándose atónitos al ver como El Mausoleo de la Muerte, parcialmente derruido estaba desapareciendo.
